Isa: Mi primer maratón
vie 16/11/2018Hace aproximadamente un año fuí diagnosticada con una condición cardíaca llamada disautonomía. En resumen: es un síndrome que hace que mi corazón se atonte un poco y baje el ritmo cardíco cuando no lo tiene que bajar y lo suba cuando no lo tiene que subir. El resultado de esto son taquicardias, bajas de presión, poca energía, desmayos… Es una condición que se activa por vivir fuertes periodos de estrés y de angustia. La solución al problema era bajar un poco el ritmo de vida, no hacer ejercicio de alta intensidad y tomar Gatorades como loca.
Lo primero que el doctor me quitó fue Commando, ya que es un ejercicio de suma intensidad y desgaste físico. Creo que mi doctor no sabe que en lugar de hacerle caso decidí entrar al triple de clases que tomaba antes, hasta llegar a ser coach. Es lo que más agradezco y valoro hoy en día. Definitivamente lo mejor que me ha pasado y la cosa que más disfruto.
Con todo este tema, le empecé a agarrar un poco de miedo a las distancias largas o a ejercicios que me pidieran un desgaste físico fuera de lo normal. En enero de este año se me presentó el reto más ambicioso a nivel físico y a nivel emocional con el que me he topado. La familia de mi novio decidió correr un maratón como propósito de año nuevo y decidieron incluirme en el reto. Yo desde un inicio dije que no, me daba pánico que el corazón no lo aguantara; aparte de que de entrada 42 kilómetros asustan a cualquiera. Algunos meses antes del maratón estaba hablando del tema con mi novio, discutiendo como de verdad creía imposible que yo fuera capaz de terminar un maratón. Le empezó a dar un ataque de risa nerviosa y me confesó que ya me había inscrito y ya tenía mi boleto de avión comprado, no había vuelta atrás.
Me empecé a encariñar con la idea de correrlo completo y empecé mi entrenamiento. Más que un reto deportivo lo quise ver como una oportunidad para demostrarme que la disautonomía no era una excusa para frenarme. Acercándose la fecha de la carrera pasaron dos cosas importantes: una negativa y una positiva. La negativa, me contracturé las dos bandas de las piernas. La positiva, (y la más importante) empecé a recibir muestras de cariño, mensajes, porras, tips, preguntas y apoyo de toda mi FitFam. No tengo palabras para agradecerles lo que significó para mi cada detallito y cada palabra. Gracias a eso me mantuve con la misma meta: Voy a correr un maratón.
Llegó la semana de la carrera. Cuidé mi alimentación lo mejor que pude y me tomé todos los gatorades que pude encontrar en cada tienda de México. Altas y bajas de nervios, momentos de cuestionarme, de arrepentirme, de animarme, de emocionarme, de dudar de mi misma, de sentirme invencible… Cada día fue un sentimiento diferente hasta que por fin llegó la carrera, el día por el cual llevas peleando, sufriendo y disfrutando meses.
Corrí el Twin Cities Marathon en Minneapolis. A unos minutos antes de salir a carrera entendí que no estaba corriendo 42 kilómetros, si no que estaba repasando 42 cuestiones importantes en mi vida. Cada kilómetro se convirtió en una persona, en un reto, en alguna preocupación, en algo a mejorar en un nivel personal, en un problema, en algún orgullo, un plan a futuro… Hay kilómetros que se disfrutan y otros que se sufren, pero no existe ningún kilómetro que no te regale una lección distinta. La adrenalina, las porras de la gente, los mensajes que me iban mandando alumnas, las notas de voz que me iban mandando mis papás… hasta el detalle más mínimo se siente como una bomba cuando estas corriendo con tanto sentimiento.
Llegó el kilómetro 21 y me di cuenta que era el medio maratón más rápido que había corrido en mi vida, ahí decidí apagar mi cronómetro y dejar que el resto se diera como se tuviera que dar. En el kilómetro 25, el dolor de piernas y de las bandas se empezó a volver una tortura. La disautonomía me empezó a regalar un poco de nauseas y de puntitos negros en la vista indicando que pronto vendría un desmayo. Kilometro 30 y me quedaba 1% de pila en el celular. El dolor era ya algo de verdad insoportable y ahí decidí que no existía poder humano de llegar a la meta. Le escribí a mi novio que se me estaba acabando la pila pero que no lo iba a acabar, que estaba buscando la salida. Justo antes de que se apagara el celular me llegó una nota de voz de mi mamá, logrando que regresaran a mi cabeza todas las razones con las que había empezado a correr. Un maratón no se mide en kilómetros. Un maratón se mide en emociones, desgastes, sentimientos, esfuerzo, adrenalina…
La mente es más grande y más poderosa que cualquier condición, cualquier dolor y cualquier obstáculo. Así sin pila, sin música y sin energía corrí del kilometro 30 al 42. Llena de lágrimas de emoción, de dolor, de nervio, de orgullo y desesperación. Fui acabando kilometro por kilometro, paso por paso. Metiéndole una intención diferente a cada metro que iba recorriendo.
Todo cambia cuando ves la meta, cuando te das cuenta de lo que acabas de lograr y de lo que te acabas de demostrar. Llegar a ese meta es el sentimiento más increíble que he tenido en la vida. No podía parar de llorar, todas las intenciones y emociones por las cuales corriste cada kilometro llegan a ti de un mismo jalón. Definitivamente de las experiencia más increíbles y gratificantes de mi vida. Me había demostrado algo enorme.
Todos en la vida enfrentamos un maratón, nuestra propia versión de los 42 kilómetros. Un reto enorme que te asusta en un principio y que te hace poner a prueba todas las dudas y opiniones que tienes de ti mismo. Aquí es cuando recuerdas que estas hecho para esto, que a ti nadie te frena. Al final del día así es la vida; se sufre y se disfruta pero siempre te enseña. A todo lo que hagas ponle una intención diferente, un propósito. Ten muy claros tus objetivos en cada meta y cada reto. Manteniendo los hombros hacia atrás, el pecho muy abierto, la zancada larga y la mirada siempre al frente. Un paso, un metro y un kilómetro a la vez.